viernes, 30 de diciembre de 2011

fin de año


Brindemos
por un año nuevo
sin miseria,
sin miedo.

Por todos los que realmente lo necesitan.
Por todos los que sufren.

Sí, los que sufren en serio.
Los que no tienen techo.
No digamos hogar, que ya es mucho.
(y vos te quejás
porque mami y papi
se pelean
y alteran tu vida
de pequeño burgués...
¡aflojá, hermano!)

Por los que ni siquiera
pueden quejarse,
por los que ya no respiran.


Por ellos, por cada uno,
hay que brindar.

No por nosotros.

Nosotros sobrevivimos.
Nos puede ir mejor, peor,
(hay algo que se llama suerte,
a veces va de la mano con
la perseverancia, otras veces
no)

pero sobrevivimos.

Estamos acá.
Respiramos, caminamos, leemos.

No debería importarnos tanto
el éxito,
el amor,
la concreción de 
nuestros pequeños (o grandes) sueños.


Pero

resulta que sí,
nos importa
y mucho.


Porque somos
por naturaleza egoístas,
porque somos más
que animales.


Entonces, ¿cuál es el mensaje?

(Ah, ¿vos esperabas un mensaje?
¿Una moraleja, tal vez?
El señor si no tiene moraleja
no disfruta el cuento,
¡qué gracioso!)
No hay

mensaje o moraleja, salvo

hacer lo que querés hacer,
amarlo, disfrutarlo (si no, no sirve),
perseverar,
crecer,
escuchar,
abrirse,
creer en vos,
en tu hermano.

Y saber que afuera
hay un mundo loco, muy loco,
en el que por día mueren millones de niños,
y no tan niños, en la miseria total.
Saberlo, tener conciencia, aunque sea.
A ver si después
seguís pensando que sos groso
por comprarte un blackberry,
o por gritarle al vecino
(en una muestra de hombría)
que baje el volumen
de la cumbia.


En fin, brindemos, dale.
Chin-chin.


MJT
30-12-2011