Me acerco a vos, ahora,
despacio, sin apuro,
conociendo de a poco
tu risa y tus palabras,
tu dulce voz, tus ojos,
los paisajes e historias
que esconden tus pupilas,
los libros, los salones
que conservan intactos
tus pasos y los míos,
la música que somos,
la lluvia que nos moja.
No quiero que te asustes:
no exijo ni pretendo
el amor extasiado
o la ceguera absurda.
Ni siquiera te pido
prestado mucho tiempo,
sólo algunos minutos
de tus días nublados
Quizás sólo un instante
para aprender la forma
que dibujan tus labios
cuando ríen y lloran.
Me basta con saberme
dueño de un arbolito
aunque sea pequeño
en tu bosque de gente.
Y construir un nido,
para que crezca a salvo
el ave que algún día
emprenderá su vuelo
de besos y canciones,
en busca de la llave
para abrir ese cuarto
donde duermen tus sueños.
No es esta una poesía
desesperada, triste,
de un tiempo sin coraje.
Es una voz que canta
mañanas, esperanzas,
con el simple propósito
de que me sientas otro,
no ya un bufón o un lobo,
sino un hombre dispuesto
a encontrar tus misterios,
a sostener tus manos,
a conocer tu rostro.
Me basta con saberme
dueño de un arbolito
aunque sea pequeño
en tu bosque de gente.
Y construir un nido,
para que crezca a salvo
el ave que algún día
emprenderá su vuelo
de besos y canciones,
en busca de la llave
para abrir ese cuarto
donde duermen tus sueños.
No es esta una poesía
desesperada, triste,
de un tiempo sin coraje.
Es una voz que canta
mañanas, esperanzas,
con el simple propósito
de que me sientas otro,
no ya un bufón o un lobo,
sino un hombre dispuesto
a encontrar tus misterios,
a sostener tus manos,
a conocer tu rostro.
MJT
4/4/2014