domingo, 23 de febrero de 2014

en la hermosa ciudad todo golpea


Golpea el ruido idiota de las noches vacías.
Golpean luces, autos, la estupidez humana.
Golpea ese trapito en medio de los autos.
Golpea su fuerte abrazo por solo veinte pesos.
Golpean tanta guita que sobra y esos ojos
que agradecen sinceros, con la sonrisa limpia.

Golpea tanto tiempo. Segundos infinitos,
los minutos golpean. Ya las horas no importan.
Golpean las ilusiones, los perfumes de enero.
Golpean tantos necios ganando las batallas.
Golpean las mujeres que eligen a los necios.
Golpea tanto silencio, la soledad, la espera.

Escribo estas palabras mientras estoy sentado
en un banco de piedra que alguna vez fué sangre,
y golpea el recuerdo de tantas horas dignas
que se desperdiciaron con errores y penas,
por mirar al pasado, por soñar imposibles,
por falta de coraje para enfrentar la tierra.

Escucho el mar sin ojos que golpea y golpea
contra la piedra antigua que resiste imponente,
y extraño tus mañanas, tus manos y tu risa,
que hicieron de mi insomnio poemas más felices,
que hicieron de la vida algo menos absurdo,
que marcaron un rumbo entre tanta deriva.

Pero el abismo es grande, el mundo ya es ajeno.
Y el corazón no puede olvidar los engaños.
Es demasiado el daño, el orgullo reclama.
Y golpea en el pecho la sensación amarga
de vivir a destiempo, de ser el encargado
de contar las historias pero jamás vivirlas.

Mientras veo a los pibes salir a divertirse
(a buscar, sin saberlo, la explicación del mundo),
yo contemplo la noche, sin luna, sin estrellas.
Contemplo la miseria, la cruel indiferencia,
mientras el mar oscuro de realidad golpea.
Y siento, lentamente, que me transformo en piedra.




MJT
Mar del Plata
27/1/2014