martes, 28 de mayo de 2013

hagan sus apuestas





Hoy se me ocurrió,
mientras jodíamos con un amigo,
la tonta -y seguramente poco original-
idea de que el Amor es bastante
parecido a la Ruleta: todos
apostamos, algunos
tienen más fichas, otros menos
(algunos supimos tener
mucho para apostar y hemos
perdido reiteradamente, hemos
sucumbido a la tentación de
volver a apostar mucho antes de
recuperarnos, hemos creído en esa
cruel falacia de "esta es mi noche de suerte")
pero todos estamos ahí, a los costados,
esperando, observando el tablero,
observando al Croupier, haciendo
cálculos de probabilidades inciertas
que rara vez se cumplen, pero
sin embargo seguimos elucubrando
cálculos ("si antes salió el 22, ahora
debería salir un número diferente,
si salió rojo varias veces, ahora le toca
al negro") inútiles, esperando
que la bolilla ruede, apostados
-con las dos acepciones de la palabra-
sobre el tablero, y a último momento,
antes del "no va másss" (porque ese
es el punto-de-no-retorno), hacemos
nuestra movida; es cierto que a veces
conviene pasar y esperar otro juego
-es incluso saludable, recomendable,
dicen los que saben de estas cosas-,
pero si decidimos apostar -con todo lo que
ello implica-, la ganancia será idéntica:
el que apuesta varios números
al mismo tiempo, recibirá menos premio,
en cambio, el que apuesta todo a un sólo número,
a ese número que nos desvela,
a ese número que nos desvive,
que nos esperanza, que nos permite
soñar locamente con nuestra salvación,
la pérdida o la ganancia será
absolutamente mayor: yo he sido
un necio perdedor de plenos
y a muchísima honra, porque de todos modos
la eternidad del instante en el que
la ruleta está a punto de detenerse
sólo se logra cuando esperamos
que la bolilla caiga en un lugar preciso.



MJT
06/05/2013