I.
Revisando el
arcón de mi antigua pieza, en lo que pronto será "la casa de mis
viejos", encuentro juguetes de la infancia: muñecos de Rambo, "G.I.
Joe", Star Wars, varios Caballeros del Zodíaco (algunos posta, otros mas
truchos), y los geniales Mis Ladrillos (que inevitablemente me pongo a
encastrar).
Agarro algunos
juguetes. Los huelo.
Entrecierro los
ojos y veo a un chico de 7 u 8 años. Está subido a la cama de arriba, en la que
se siente rey del mundo. Me mira y me hace una seña, invitándome a jugar. Subo
a la cama. Hay varios muñecos ubicados estratégicamente, en un claro escenario
de guerra.
Me explica que la
diversión consiste en armar escenarios e inventar historias. Me cuenta que una
vez que tiene todo listo para disfrutar de la acción, se aburre y pasa a otra
cosa. Sonrío cómplicemente.
Me gustaría
aconsejarlo, alertarlo sobre algunos monstruos que lo esperan ahí afuera. Que
sepa cómo defenderse de la miseria del mundo (sobre todo, que entienda que DEBE
defenderse). Pero lo veo tan feliz en su universo que decido dejarlo tranquilo.
De repente se
esfuma su imagen, la habitación oscurece.
Aparece el mismo
niño acostado en la misma cama, pero ahora pareciera tener 10 u 11 años. Está
enfrascado en la lectura de Viaje al centro de la Tierra, de Verne. Es tarde y
se nota que tiene sueño, pero no puede soltar el libro (seguramente debe andar
por alguna parte dramática, como cuando Alex se pierde y encuentra la voz del
profesor Lidenbrock, y ambos calculan la distancia que los separa por la
velocidad de sus respuestas... o la parte del mundo subterráneo).
Decide dormir y
apaga la luz. Desaparece su imagen, la pieza queda totalmente a oscuras. Se oye
una música a volumen bajo. Es "La hija de la lágrima", de Charly.
Ahora es "Relayer" de Yes. Ahora el concierto para piano nro 3 de
Rachmaninov. Ahora la 9na sinfonía de Mahler. Ahora "The lamb lies down on
brodway" de Genesis.
Mis ojos
distinguen en la oscuridad una silueta recostada en la cama (ya serruchada y en
el piso), con unos auriculares que van desde su cabeza a un equipo Philips. Es
el mismo, pero a los 13 o 14, escuchando música a oscuras, sintiendo que ése es
el único refugio del mundo.
"Claro
-pienso-, ya está herido".
Vuelve la luz.
Hay un muchacho escribiendo las paredes de la pieza. Frases de Cortázar,
Sábato, Borges, Poe, Tolkien, Lennon, Spinetta, algunas propias. Tiene 16 o 17,
el pelo largo y rulos. Tiene un teclado (Korg X3) tirado en su cama y un
"SNM" pintado en la pared de la misma. Tiene posters de Rick Wakeman,
Robert Fripp, Los Beatles. Se sienta en la cama y se pone a grabar
improvisaciones con el "workstation" del X3. Salen algunas obras
instrumentales (con influencias de rock progresivo).
También agarra
una guitarra criolla e intenta acordes. Salen canciones que hablan de amores
imposibles y soledades. Las deja, no las considera.
Igual que a los 7
años, se aburre con facilidad.
Muevo la cabeza y
me despabilo.
La habitación
está iluminada por la tenue luz de la ventana.
Afuera está
nublado.
Es sábado, 13 de
febrero de 2016.
Son casi las 15hs
y tengo hambre, voy a cocinar algo.
Cierro el arcón
de los juguetes.
II.
Esta vez sí me
había invadido, sin que yo la viera venir y pudiera resguardarme. La muy guacha
me había tomado por sorpresa. Estaba yo revisando partituras en mi pieza del
fondo, cuando de repente oigo una voz quejumbrosa:
- Piedra libre,
zopenco!
- Uf... qué
hacés, Mela...
- Y, acá
andamos... vengo a joderte un rato
- Pero la pu... Y
claro, yo también: si no paro de revisar partituras viejas (en qué momento
aprendí, analicé o leí tanta música, me podés explicar?), libros, fotos... Era
obvio que ibas a aparecer.
- Sí, así me
llamás, no sabías?
- Lo sabía, pero
me olvidé
- Bueno, ahora
cagaste: me quedo con vos
- Uh, Mela! No
jodas, tengo que terminar de ordenar para la mud...
- Ah, lo lamento!
Me hiciste venir hasta acá, mínimo me preparás un café.
- Bueh, dale
Mientras voy a la
cocina y le preparo el café a Mela, pienso que gracias a ella han salido varias
músicas y palabras, así que no puedo echarla. Pero tengo que tratar de que no
se quede mucho tiempo porque me impide continuar lo que estaba haciendo.
Vuelvo a la pieza
del fondo.
- Acá está tu
café. Bien negro, amargo, nada de azúcar.
- Cómo me conocés
- La puta que te
parió
- Jajaja, no te enojes,
guachín! Ya me voy
- Dale, que tengo
cosas que hacer
Miro por la
ventana: el cielo se oscureció en un segundo. Y claro, pienso: esta hija de
puta me saca, sutilmente, el escudo que me salvaba de la tristeza: ese sol de
febrero. Le dedico una mirada fulminante a Mela (que pareciera no acatar,
ocupada en revolver su taza).
Me resigno y sigo
revisando partituras a su lado. Debe haber una forma de echarla para siempre, o
al menos por un tiempo...
Se larga la
lluvia. Su orden no se hace esperar:
- Andá a cerrar
las puertas y las ventanas que se largó(ya)
- Y si no quiero?
- Se te van a
mojar todos los recuerdos, que es lo único que tenés en esta casa, salame
- A la mierda,
que se mojen. Ya me cansé de esto!
- No seas gil, te
vas a arrep.. Qué hacés??
Me levanto
intempestivamente y salgo al parque, dejando puertas y vetanas abiertas. Se
irrita y me espeta:
- Te dije que
cierres!.. Adónde vas? No ves que llueve??
Splash! Me
zambullo a la pileta y nado con vehemencia. Panchita -como siempre- viene y
realiza su clásico ritual de correr alrededor de la pile y ladrar. Nado
bastante (unos 20 min) casi sin descanso. Salgo de la pileta y compruebo que
cesó la lluvia.
Voy hacia la
pieza: Mela desapareció. Debe haberse aburrido de mi indiferencia y sobre todo
de mi acción. Entonces pienso que esa es la respuesta, siempre fué esa la
respuesta: la acción.
Sale el sol
nuevamente y viene a mi memoria ese mantra que nos dejó Luis Alberto:
"aunque me fuercen, yo nunca voy a decir que todo tiempo por pasado fué
mejor, mañana es mejor!". Lo canto.
Pongo el agua
para unos mates, antes de seguir ordenando.
Pienso en Mela...
me hubiera gustado despedirme, al menos.
Miro por la
ventana de la cocina, afuera hay una atmósfera extraña. Subo al techo de casa y
busco el cielo.
Entonces la veo,
aunque no recuerde ya su nombre.
Ahora quizás se
llama Vida, y me saluda con todos sus colores.
III – Pasos
1. Revolver la
mierda. Dejarla pasar por última vez. Pelear.
Ensuciarse el
alma con palabras hirientes, con tristeza infinita por lo que ya no es.
"Yo crecí con sonrisas de casa, cielos claros y verde jardín...", la
genial frase de García, entre otras tantas escritas en la pared de la
adolescencia.
Enojarse como
adolescente que se ve superado por dramas familiares y choca violentamente
contra verdades que se derrumban. El fin de la inocencia, del mundo de cristal.
Dolor, la cara
que se parte, la sangre en las pestañas, la oscuridad total. Patear cajas,
aporrear el piano (pobre Ronisch, las que me has bancado, viejo). Llorar
desconsoladamente.
2. Entender que
es hora de abandonar guerras ajenas. Soltar.
Encontrar la paz
y alegría en "los amigo", la familia verdadera, la elegida. Cerrar
etapas con ellos. Últmas juntadas.
Asado de
despedida, hoguera purificadora.
Certeza de que
hay gente que va a estar siempre.
Encontrar
felicidad en ayudar a los que están peor que uno.
Transformar la
tristeza y bronca en fuerza y decisión para construír la vida nueva.
3. Acelerar
trámites. Activar viajes.
Fletero Salvador,
nombre insuperable ("negrito, este armario es casi nuevo, el otro día
desarmé uno que era del año del torpedo"). Organizar papeles. No perder
detalle.
Ir a buscar la
heladera y la mesa (gracias, amigos!), llevar las sillas, los discos, la ropa
que falta.
4. Despedirse de
paredes, cuartos, plantas. Despedirse de Panchita y encargarle que cuide la
casa. Despedirse del rioba. Caminar las calles, saludar vecinos.
5. Tomar el tren
hacia el nuevo hogar.
Hacer las paces
con el barrio, los padres, la herencia, la primera parte de la vida. Respirar
hondo.
Sacar la última
foto de la estación en la que uno esperó tantas veces. Esperar por última vez.
Subir al tren.
6. Llegar al
barrio nuevo y enamorarse. Recibir la llave, instalarse y sentir la felicidad
que entra por los pulmones. Recordar el instante.
MJT – Febrero de 2016