jueves, 14 de febrero de 2013

tres poemas marplatenses




I. CANCION PARA LA LUNA DE ENERO



La marea trajo tu voz,
en medio de otra noche más
de ruido triste
y añoranzas vanas.

Te depositó en la orilla,
en medio del camino que elegí tomar,
tonta y sabiamente.

Quizás sólo hayas sido la conciencia
de que la luna llena 
tiene infinitas caras.

Quizás solo me dejes
el sabor agridulce
de las ilusiones.

I hope, however,
that you´ll be something more.
And I would build a house for you,
full of laught and music.

Varios meses después
te sigo imaginando clara como ayer.

Y no hay nada que hacer
voy a seguir buscando una y otra vez
nuestra luna de enero.



II. IN THE WOOD


En la quietud
del bosque, encuentro
la magia primitiva
de las cosas.

Aquí las horas son blandas:
los árboles dictan
la respiración.

El vecino es tu hermano.

El aire limpia
los pulmones, las penas.

El bosque habla.
Los eucaliptos, los pájaros,
los murciélagos:
todos tienen algo para decir.

Me siento seguro, protegido
bajo la verde bóveda,
donde no llegan las luces,
y mi guitarra suena más fuerte.






III. ENAMORARSE DE UNA CIUDAD


Recorrerla, indagarla.

Hablar con la gente.
Alejarse.
Permanecer en silencio.

Hablar con la ciudad:
escuchar las voces
en la roca ancestral,
descubrir las historias
que habitan esa rambla
interminable y sinuosa.

Posar junto al león marino,
exactamente igual que hace dieciocho años,
cuando las heridas eran
solamente un raspón en la rodilla,
cuando creíamos en todo,
cuando la familia unida y feliz.

Pero claro, teníamos demasiada dicha
para entender cabalmente algunas cosas.

No podíamos comprender, por ejemplo,
lo tragicómico del Casino:
las caras, la desesperación,
millones de vidas consumidas,
ahí adentro, tan cerca del mar.
La tranquilidad y la alienación,
conviviendo naturalmente.

El mar, que parece persistir
con su arrullo eterno,
como diciéndonos que nada importa,
siempre habrá un mañana
y todo permanecerá inmutable.

Comprender una ciudad.

Disfrutar por igual
de innumerables culos y edificios.
Abrazar las posibilidades.

Sentirse deseado, importante.
Imaginar que Ella,
en su imposibilidad de amarme directamente
(por nuestra obvia condición de ciudad-hombre),
envió a sus hermosas valquirias
con la misión de conquistar mi cuerpo.

Conocer una ciudad.
Pasar de ser un mero turista
a saber nombres de calles,
líneas de colectivos,
ubicación de bares y heladerías.

Sentirse parte de la ciudad.
Decir “yo podría vivir acá por un largo tiempo”
y que no sea una frase hecha.

Irse.
Despedirse intensamente de cada playa,
Del hostel, de la gente, de los amaneceres
en la rambla, de toda esa rutina.
De cada rincón en el que uno fue feliz.

Dejar cabos sueltos,
lugares sin visitar.
Prometerse volver.

Enamorarse perdidamente de una ciudad.


MJT
Enero-Febrero de 2013
Mar del Plata, Bs. As.