La
noche llegó temprano.
Tenía
demasiada prisa,
tal
vez te amaba desde hace tiempo
y
no pudo contener sus ganas
de
llevarte consigo.
Envolvió
tu cuerpo en oscura
y
misteriosa niebla. Ese cuerpo
que
había sabido jugar,
correr
por los jardines,
vibrar
con el suave metal,
fundirse,
nebuloso,
en
frecuencias amigas.
¿En qué lugar del universo
continuarán tus días?
¿Dónde estarás, compañero?
La vida no da tregua.
Tu
risa aún perdura en sábados soleados.
Es
ese swing antiguo
que
acaricia las hojas de todos los otoños,
y
recuerda un verano
de
ensayos y proyectos.
Una
cosa es segura:
el
humor y la música
son
cristales eternos.
A
Jeremías Montaña.
MJT
18/04/2013