Un árbol se quedó
sin hojas, sin
amor
y un nuevo
invierno al fin llegó,
sin odios ni
rencor.
Ayer, tan sólo
ayer
sus flores
parecían ser
eternas, y
entonces se olvidó
del agua en su
raíz.
Un día dijo “quiero
ser feliz”,
y así emprendió
un viaje
hacia su propio
ser,
hacia su propia
voz.
Hoy es un barco
que partió,
madera que
aprendió a cuidar
y transitar su
propia huella.
Y viaja por
tierra cielo y mar,
esperando
encontrar alguna vez el jardín
soñado y esa flor
y nunca más
dejarla
morir de amor.
Se siente más
liviano al caminar,
dejó ya de mirar
atrás
y se permite
estar ahora.
Y abraza cada
rayo que da el sol
y cada luna llena
lo deslumbra,
las estrellas lo
guían
hacia el jardín
hacia la flor
que nunca más
muera de amor.
MJT
20/11/2016