viernes, 30 de octubre de 2015

permeabilidades XI



Y claro, era obvio.
Si estás convencido 
de que sos
un renacuajo 
que se arrastra
en los charcos, 
si cada vez que llueve
huís despavorido 
para no encontrarte
con vos mismo en la calle,
pusilánime.

Y claro, ¿cómo  no vas a ser
ese pelotudo condescendiente
que agacha la cabeza, 
espera su turno,
se refugia en su cueva 
de poemas canciones 
esperanzas mandalas?

Es obvio, vos fíjate.
Si seguís queriendo 
pasar inadvertido
para que no te fajen, 
para que no
se rían de tu cara, 
de tu nariz,
tu trauma de mingitorios,
tu voz temblorosa, 
tus ojeras,
tu música.

Basta, hermano.
Bancate ese defecto.
No pudiste cagarlos 
a trompadas 
a esos insectos.
No pudiste imponer 
tu voz, tantas veces.
No pudiste decirle 
que te gustaba
que te morías de ganas
de coger con ella.

Todo eso, tus miserias.
Aceptalas. 
Cambialas.
No es voluntarismo. 
Está demostrado.

Basta de martirio.
Basta de cruz, 
poemas y canciones
para las que se cagaron 
en vos.
Que hagan fila.
Que pidan perdón. 

¿Me querés? 
Agachate y chupala, linda.
Y después pedímela toda, 
aunque sepas
que después de acabar 
me vas a importar una mierda
y voy a pensar en música
o en la formación de River 
frente a Chapecoense.

¿Me respetás? 
Demostralo, insecto.
Ha muerto El Niño Bueno.
Ya no comprendo, 
ya no me pongo en tu lugar.
No pienso en “el deber”.
Ahora soy deseo, 
ello, 
guerrero.

¿No les gusta?
Que les garúe finito.
Ya no intento agradar.
Bórrenme. 
Olvídenme.
No los necesito.

No quiero muertos en mi vida.
Uds tampoco deberían.



MJT
28/10/2015