Y claro, era obvio.
Si estás
convencido
de que sos
un renacuajo
que
se arrastra
en los charcos,
si cada vez que llueve
huís despavorido
para no encontrarte
con vos mismo en
la calle,
pusilánime.
Y claro,
¿cómo no vas a ser
ese pelotudo
condescendiente
que agacha la
cabeza,
espera su turno,
se refugia en su
cueva
de poemas canciones
esperanzas mandalas?
Es obvio, vos fíjate.
Si seguís
queriendo
pasar inadvertido
para que no te fajen,
para que no
se rían de tu
cara,
de tu nariz,
tu trauma de
mingitorios,
tu voz
temblorosa,
tus ojeras,
tu música.
Basta, hermano.
Bancate ese
defecto.
No pudiste
cagarlos
a trompadas
a esos insectos.
No pudiste
imponer
tu voz, tantas veces.
No pudiste
decirle
que te gustaba
que te
morías de ganas
de coger con
ella.
Todo eso, tus
miserias.
Aceptalas.
Cambialas.
No es
voluntarismo.
Está demostrado.
Basta de martirio.
Basta de cruz,
poemas y canciones
para las que se
cagaron
en vos.
Que hagan fila.
Que pidan perdón.
¿Me querés?
Agachate y chupala, linda.
Y después
pedímela toda,
aunque sepas
que después de
acabar
me vas a importar una mierda
y voy a pensar en música
o en la formación
de River
frente a Chapecoense.
¿Me respetás?
Demostralo, insecto.
Ha muerto El Niño
Bueno.
Ya no comprendo,
ya no me pongo en tu lugar.
No pienso en “el
deber”.
Ahora soy deseo,
ello,
guerrero.
¿No les gusta?
Que les garúe
finito.
Ya no intento
agradar.
Bórrenme.
Olvídenme.
No los necesito.
No quiero muertos
en mi vida.
Uds tampoco
deberían.
MJT
28/10/2015