domingo, 2 de enero de 2011

permeabilidades III




Al abrir los ojos, comprendí que el mantel ya estaba puesto antes de mi llegada, tal vez para evitar cosas como los desastres de antaño. No logró, sin embargo, cumplir con su función de preservativo humano, produciendo infinidades de crisis que, sumadas a la pestilencia de la calle, no hicieron más que retrasar el juego.



Vanos esfuerzos.
Perpetuo abismo.
Las caras ríen sobre mi espalda.


                                                ¡Si de algo
                                           sirviera volver...



Y por miedo al dolor, pasé mil veces.              
Y preferí observar el juego ajeno.                
Pero el encierro es vano, y el veneno
termina por concretarse en boludeces.              



Una tarde de enero (un enero nuevo del que se habla en otro poema) ocurrió, pues, el desastre. La tragedia de la irreversibilidad de los días (de la que se habla en algún otro) fue presenciada a conciencia. Dichas imágenes continúan atormentándome ahora, y seguirán haciéndolo por mucho tiempo, hasta que todos los sucesos tristes sean guardados con llave en aquél cajón de recuerdos, para no obstante salir a joder de vez en cuando...



Vos seguirás con tu vida,
yo debo callar mis penas.
No quiero que sepas, nena
del dolor que tu partida
me causará por las noches.


                                   ...y actualizarme a tiempo!

                                  
Gritos a nadie.
Sólo a los muebles.
En ellos yace la esperanza muerta.



MJT
16/01/2007

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