Disfrutar (y
aprender a bancar)
la soledad,
la intemperie,
la cercanía,
la lejanía,
la
responsabilidad,
la madurez.
Comodidades,
encuentros,
la paz de ser
uno mismo,
la dicha
impagable
de la libertad.
Tristezas que
insisten
en llegar a la
orilla,
pero ya no te
arrastran
mar adentro,
donde no hacías
pie.
En el horizonte,
la niebla:
aumentos, tragos
amargos.
Contemplar las
cosas
desde otro
ángulo. Desde
la mirada del
pájaro
sobre las nubes.
Habrá que pelear
cada segundo,
habrá que
disfrutar
cada instante.
Conciencia de la
vida
más que
despierta.
El amor y el
arte,
siempre como
banderas.
Después de todo,
un guerrero
no detiene jamás
su marcha.
MJT – 30/3/2016
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