sábado, 30 de septiembre de 2017

sobre héroes, destinos, tumbas y promesas


Quizás, si hubiera nacido
-como estaba pronosticado-
el 21 de septiembre,
mi carácter habría sido
el de un héroe legendario.

Toda la primavera
me hubiera considerado
su hijo legítimo,
y me habría bañado 
de sol y de sonrisas.

Mi destino, entonces,
hubiera sido más claro.
La promesa del héroe
se habría cumplido
sin miramientos.
Como me dijera una vez
un profesor de la UNA:
"usted tiene nombre de esos tipos 
que en la antigua Roma tiraban a los leones"

Pero no iba a ser así.
La ansiedad hizo
su trabajo sucio:
me adelanté una semana
y nací en el frío invierno.

Marcando un poco
lo que sería mi vida:
una lucha constante
entre la promesa del héroe
y el fracaso del tonto.

Por eso nunca seré
totalmente feliz,
absolutamente pleno.
Siempre habrá un poco
de frío, de nostalgia,
de mirada hacia atrás,
de paraíso perdido.

Aunque, años más tarde
me sigo preguntando:
¿No es el héroe verdadero
aquél que hace frente
a su destino incierto
y aún a pesar de ello
consigue lo que busca?

Espero que en mi tumba
pueda leerse claramente:

"Supo ser su propio héroe:
no el que los dioses querían,
no el que su mundo esperaba,
sino quien supo dar batalla
a cada uno de sus fantasmas
y consiguió librarse
de todo lo esperado,
y ser quien quiso ser"




MJT
29/9/2017

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