Mas, la vana alfabetización de las cosas,
sirve al locro en el invierno, mejorando notablemente
cuando el choclo está cocido.
Todo vida, todavía, Tobías era un buen pibe (según sus tías).
Decidió marcharse un día en tranvía, porque llovía; tenía esas manías, que devenían en reproches de sus tías, cuando volvían de la panadería.
Cenicero que me llamas,
te respondo:
no me rompas
la ceniza.
Tobías lo hacía, y ya ves...
(No te rías de sus tías, porquería!)
Hace unas horas estaba más distraído; interesante es observar lo que el tiempo hace con uno. No siempre hemos de estar aquí, al menos eso dicen, pero...
-Colocaría algo tonto por acá,
para minimizar las habladurías-
La divagación no tiene fin,
el tonto no come choclos,
ni el locro lleva sandía.
Mas, la vana semblanza, el llanto mudo,
sirven de consuelo al pobre, siempre y cuando se contente
si su cama está vacía.
Amor mío, yo te llamo,
te supongo,
te imagino,
te analizo.
¿Vendrás?
No podría asegurarlo:
mi fé sólo existe
en la poesía.
MJT
29/03/2006
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